Estamos acostumbrados que, cuando cierren las urnas, se haga un silencio expectante en las sedes de los partidos durante una o dos horas. Sí, han salido los sondeos a pie de urna, pero casi nadie se fía de ellos. Aquí, en España, suelen ser poco fiables, por lo que muchos medios de comunicación, que comienzan una maratoniana tertulia a las ocho de la tarde, prefieren ahorrarse el dinero de encargarla.
Cuando por fin salen los resultados electorales, a las dos o tres horas después del cierre de las urnas, los partidos se apresuran a organizar una rueda de prensa para celebrar el éxito conseguido. Y es que todos los partidos encuentran motivos para estar contentos: han logrado la mayoría, han obtenido más votos que en la elección anterior, no han bajado tanto como pronosticaban las encuestas, han estado a punto de conseguir un escaño.
Un buen ejemplo del análisis de estos resultados los tenemos en las últimas elecciones catalanas. El gobierno autonómico se encontraba en la necesidad de recortar 4.000 millones de euros, por lo que el presidente Mas decidió subirse al tigre independentista. Quería una mayoría absoluta que le permitiera llevar a cabo los recortes sin estar que pactando con unos y otros. ¿Y el referéndum? Mas es como el charlatán que se mostró dispuesto a enseñar a hablar a un borrico.
Al final, CiU perdió 12 escaños, y se alejó aún más de la mayoría absoluta, pero Mas se mostró orgulloso de seguir siendo el partido más votado. El PSC, que dos años antes gobernaba la Generalitat, se convirtió en la tercera fuerza: su candidato, Pere Navarro, señaló que habían sacado más votos que lo que pronosticaban las encuestas. ERC fue tercer partido más votado, pero por obra y gracia de la Ley D'Hont, se convirtió en segundo en el número de escaños; desde luego, ERC siempre se ha mostrado independentista, pero no puede apoyar la política de recortes de Mas. El PP subió un misérrimo escaño, que le hizo celebrar los resultados como si hubiera ganado las elecciones. Iniciativa alcanzó los 13 escaños, "el mejor resultado de toda la historia"; desde luego, toda una victoria mansteiniana. Ciutadans triplicó sus escaños, pero su triunfo también resultó estéril. Un candidato de SI manifestó: "Estoy seguro que hemos sembrado unas semillas que recogerán el país y Solidaritat en el futuro".