En el pasado era más habitual que los Estados no tuvieran continuidad territorial. Durante dos siglos, y sólo en Europa, la monarquía hispánica estaba formada por las regiones peninsulares, Milán, Cerdeña, las Dos Sicilias, los Países Bajos occidentales, el Franco Condado; Charolles, rodeada de territorio francés, fue española durante dos siglos. A principios del siglo XVIII, Brandeburgo-Prusia estaba dividida en ocho fragmentos, entre Prusia al este y Cléveris en el extremo oeste. Poco a poco, se llegó a la conclusión de que un Estado con continuidad territorial era lo deseable. Hoy en día, quedan pocos países formados por territorios separados geográficamente: Alaska está aislada del resto de los Estados Unidos y Kaliningrado, un málevolo botín de guerra, de Rusia.
Hoy en día se quiere fundar un Estado palestino. Los árabes palestinos tienen todo el derecho a exigirlo. El problema está en que Palestina estaría formada por dos territorios separados: Gaza y Cisjordania. Sea culpa de los árabes o de los judíos, el caso es que no se respetó la división de la Palestina británica aprobada por la ONU. De la guerra salió un Israel más crecido territorialmente, aunque sin Jerusalén. Gaza y Cisjordania fueron administradas, respectivamente, por Egipto y Transjordania, que se apresuró a adoptar un nuevo nombre: Jordania. Durante veinte años no se habló de Estado palestino, a pesar de que los territorios palestinos estaban bajo soberanía árabe. En 1967, Israel ocupó esos territorios en la Guerra de los Seis Días. La promesa implícita en la Declaración Balfour, un Israel judío al oeste del Jordán, parecía cumplirse. Pero ¿qué hacer con los palestinos?
Una nueva guerra, que estuvo a punto de ser desastrosa para Israel, le hizo reconocer que debería tratar de llegar a algún tipo de acuerdo con los árabes. En 1979 se firmaron los Acuerdos de Camp David, por los que se retiraban del Sinaí. En 2005, Israel desmanteló de manera unilateral, sin contrapartidas, los 21 asentamientos israelíes en Gaza. Parecía sugerir que haría lo propio con los que tenía en Cisjordania, si los palestinos se mostraban razonables.
Y llegamos al momento actual. En Gaza, un territorio de 360 km², viven 1,5 millones de personas y gobierna el radical Hamás. Con 5.640 km², 2,5 millones de habitantes y 300.000 colonos israelíes en 121 asentamientos, Cisjordania está gobernada por la OLP, por Fatah. Así pues, a la fragmentación territorial se une la política. Esta última tiene solución, pero no así la primera. Lo que nos lleva a la cuestión inicial: ¿es viable un Estado fragmentado territorialmente?