Se encuentra por todos lados, en los supermercados, en los restaurantes elegantes, de guarnición en esos platos combinados que uno devora sin hambre y con prisa. La lechuga iceberg ha ganado la batalla a otras lechugas. ¿Por qué? Al parecer, sus hojas se conservan mejor que las de las lechugas comunes y su sabor es muy suave, refrescante. Es esto: la lechuga iceberg ha triunfado porque no sabe a lechuga. Es como sí se prefiriera el limón a la naranja porque ésta no supiera amarga.
Si a alguien no le gusta el sabor de la lechuga, lo tiene fácil: no tiene que comerla.