Zombis



En los últimos años se han multiplicado los zombis, al menos los que deambulan por películas, tebeos y novelas. Todo probablemente empezó con esa película de George A. Romero, Night of the Living Dead, tan imitada, incluso por él mismo. Me pregunto qué habría pasado si hubiera sido The Crazies la película de éxito: me gusta más ese tipo de género.

Los zombis de las películas, tan pocos parecidos a los originales haitianos, son muertos vivientes que sienten pulsión por comer carne humana. Cuando la mastican, acaban contagiando su misteriosa enfermedad. Vamos, como si un león contagiara su cualidad de león a la gacela que está devorando.

Cada mes aparece en pantalla una película de zombis. Debo reconocer que cada episodio de Resident Evil me resulta más fastidiosa que la anterior, a pesar de Mila Jovovich. Zombieland resulta bastante divertida.  28 días después tiene un planteamiento ingenioso, pero un final bastante previsible. Su inició fue imitado por esa teleserie,  The Walking Dead, que alguna gente trata como un clásico a la altura de una obra homérica; a mí sólo me parece otra cargante teleserie familiar: un Modern Family sin humor (sin Sofía Vergara) y con zombis. Sí, se han hecho algunas películas bastante entretenidas: Dead Set es maravillosa... 

Lo malo fue cuando llegó Guerra Mundial Z. No sé por qué, pero no soporto ese libro. He intentado leerlo en bolsillo, en pasta dura, en formato electrónico, pero debe tener algo que me resulta fastidioso. Es como el whisky: alguna gente lo considera una bebida deliciosa, pero yo lo encuentro repugnante. Hasta ese libro, los zombis habían dejado en paz la literatura: ahora, se han multiplicado los libros de caminantes.