En marzo de 1848 comienza la revolución en Austria: húngaros, checos e italianos quieren la independencia, los alemanes buscan instaurar un régimen liberal, Metternich se ve obligado a abandonar el poder. Para tratar de calmar a los revolucionarios, el emperador Fernando I es invitado a abdicar. Con el nuevo monarca, Francisco José, parece que el Imperio consigue superar sus problemas: húngaros, checos e italianos son aplastados, se hacen algunas concesiones a los liberales. Sin embargo, se trata de un espejismo. En pocos años, el Imperio sufre una derrota tras otra. Austria pierde la guerra de 1859 y debe entregar el Milanesado a ese país de risa que el Piamonte. En 1866, el ejército prusiano humilla al ejército imperial en Sadowa. Al año siguiente, los húngaros consiguen el viejo sueño de una monarquía dual. Es entonces cuando Fernando de Habsburgo-Lorena, que lleva largos años de silencio en el castillo de Hradschin, dice: "Yo no lo hubiera hecho peor".