Películas porno


Parque de atracciones


A huye de B. Se sugiere que le tiene miedo, que le repugna. Tratándose de este género de películas, está claro que B quiere conocer a A. Ella corre, busca refugio, entra en un parque de atracciones. B la sigue, pero no consigue darle alcance. La pierde de vista. A se mete en el circo: conoce al domador. Se esconde en un túnel del terror: conoce a uno de los monstruos, un vampiro, que resulta ser un vampiro real. Entra en un espectáculo de magia: conoce al ilusionista. La persecución de B es implacable, pero siempre se frustra. Estuvo a punto de agarrarla en el circo, pero A desapareció en el último momento. La siguió hasta el túnel del terror, pero A se perdió en su interior. La encontró de nuevo en el espectáculo de magia, pero el ilusionista la utilizó para uno de sus trucos y A se evaporó. Un decepcionado B se topa con una echadora de cartas. Le pide que le adivine el futuro. La vidente le dice que va a conocer a una mujer. B conoce a la echadora de cartas, que resulta no ser una echadora de cartas. Cuando termina, se siente avergonzado: de alguna manera ha engañado a A. Continúa la búsqueda. La ve salir del parque de atracciones. La persecución se reanuda.

Esto es lo recuerdo del argumento de la primera y única película porno que he visto. Fue hace muchos años, en mis tiempos de estudiante universitario. Un canal local emitía este tipo de películas la madrugada de los sábados. El guión me pareció absurdo, pero comparándolo con el de películas mainstream, blockbusters, llegaba a tener lógica. Incluso había humor negro. Hasta seguía, avant la lettre por supuesto, las normas de Dogma 95, el voto de castidad: localizaciones reales, rodaje cámara en mano, sonido directo, sin efectos ópticos.