Anonimato


Hay un cuento maravilloso de Singer, que no sé si imaginó, recreó o copió. Narra como un viejo rabino, muy pobre, permite que un rabino más joven lea sus comentarios de las Sagradas Escrituras. El rabino joven, entusiasmado, las glosa, las copia, las publica, se hace famoso. La mujer del viejo rabino le reprocha que haya dejado la obra de toda su vida al joven rabino. El viejo rabino levanta los hombros, se sonríe: no le importa. Pasa el tiempo. El viejo rabino, aún más pobre, ha seguido con su trabajo. Aparece el joven rabino, ya famoso y rico, y le pide hojear sus notas. El viejo rabino se las deja, le dice que puede llevárselas a su mansión, que allí, no en la casucha donde él vive, estará más cómodo. Cuando el joven rabino se va, la mujer del viejo rabino comienza a regañarle. Éste no hace caso: saca nuevas cuartillas y sigue con el trabajo, que había sido interrumpido.