Carteles taurinos





Magníficos y bravos toros, monumental corrida de toros, extraordinaria novillada, fenomenal festejo del arte del rejoneo, monumental novillada con picadores, gran corrida de toros mixta, gran acontecimiento taurino, extraordinario festival sin picadores, grandioso festival taurino.

Me gustan los carteles taurinos: la adjetivación excesiva, los dibujos de los toreros y de los toros, los diferentes tamaños y tipos de las letras, la divisa o el hierro de la ganadería.



Hace unos años, en Las Vegas, Nevada, se celebraron algunos espectáculos con toros (sería excesivo describirlos como corridas): los carteles eran horrorosos, ridículos. Más que carteles taurinos parecían el aviso de una obra escolar o, yo qué sé, una quedada de botellón. Los toros son algo demasiado serio como para que acaben siendo una diversión más en la Síbaris moderna.



Un cartel taurino cumple una función básica: que el espectador imagine la corrida antes de que ésta se celebre. Es una proposición, una invitación, una promesa. Y no, no deberían permitirse los experimentos.