Joyce Carol Oates y Alice Sebold

Joyce Carol Oates y Alice Sebold

Son dos escritoras pertenecientes a generaciones diferentes, pero sus libros testimoniales son similares en muchos aspectos. Resultan tan desgarradores que no he podido terminar de leerlos; he tenido que aparcarlos. 



En Memorias de una viuda, Joyce Carol Oates describe los efectos que en ella causó la muerte de su marido. Cuando comencé a leer el libro, pensé que, bueno, el hombre tenía más de setenta años y ya había alcanzado lo que en demografía se llama esperanza de vida: a veces, no somos conscientes de que nuestros familiares, de que nosotros mismos nos vamos haciendo mayores. En el caso del marido de Oates, la enfermedad le llegó de repente. Al principio, parecía que iba a permanecer ingresado durante varios días. Entonces sufrió una infección hospitalaria.  La muerte dejó a Oates desolada. Tuve que dejar de leer  cuando ella narra el regreso a su casa vacía, cuando escribe lo que siente ante la mesa de trabajo de su marido, llena de papeles.



Había leído ya en Una mujer de Berlín el testimonio de una mujer violada. La la anónima autora describía como había sido forzada una y otra vez por los soldados rusos. Sin embargo, su narración era fría: aquello había sido horrible, pero se unía a todo lo horrible de una guerra. Alice Sebold comienza narrando en Afortunada la violación que sufrió en la universidad, un asalto que marcaría su vida. Mientras lo leía, sentí asco. A veces pienso que las víctimas de algunos delitos son las únicas que reciben una condena a perpetuidad: los asesinados, sus familiares, las mujeres violadas. Abandoné la lectura cuando Sebold, acompañada de su madre, regresa a su casa de Pensilvania, vencida.

Llevo años evitando leer novelas: cuando lo hago, me parece que estoy perdiendo el tiempo. Sé que leemos novelas para olvidarnos de la realidad. Desde luego, estos libros me han recordado lo peor de este mundo: la muerte y la violencia. No sé si las novelas tienen que ser divertidas, como afirmaba en una entrevista Eduardo Mendoza, pero estoy seguro de que a veces necesitamos leer algo divertido. Y me siento mal por no haber sido capaz de terminar los libros de Oates y Sebold.