Nos hemos acostumbrado al discurso firme de los presentadores de telediario. Hablan de manera segura, sin vacilaciones, utilizando un vocabulario a veces arduo. Sabemos que están leyendo el teleprompter, pero no lo parece: ¡nos están mirando a nosotros! El teleprompter ha permitido que se generalicen en televisión los floreros, hermosas caras que se limitan a leer guiones. Incluso los políticos, en sus mítines, en sus intervenciones públicas, recurren al aparato: el público ríe chistes preparados, aplaude, grita, se levanta de acuerdo con el guión.