Infierno



En nuestro Infierno, el Infierno hebreo y cristiano, hay un fuego abrasador. El Infierno nórdico, empero, es un lugar eternamente helado. También el de aquellos esquimales que, cuando un misionero les explicó lo que les pasaría si pecaban, preguntaron qué maldades había que cometer para ser condenados al canicular averno cristiano. En definitiva, tememos encontrarnos en el Infierno todo aquello que no podemos soportar en vida. En mi Infierno, pues, me veré obligado a comer lentejas, a realizar el mismo trabajo absurdo que hago ahora, a soportar para la eternidad Radiolé, a casarme con alguien como M.

En cualquier caso, Mandeville sospechaba que Dios se acabaría comportando como lo hacen esos profesores de instituto que amenazan con suspender a los alumnos que no se apliquen, a los vagos, a los  disruptivos,  pero que, al final, para alegría de los burócratas de la Consejería de Educación, aprueban a todos.

La misericordia de Dios
En el Monte Tabor, el día del Juicio Final cuatro ángeles harán sonar sus cuatro trompetas y resucitarán de la muerte a la vida todos los hombres que hayan muerto desde la creación del mundo, quienes en cuerpo y alma vendrán ante Dios para ser juzgados en el Valle de Josafat. Será el día de Pascua, a la hora en que resucitó Nuestro Señor. El Juicio Final empezará a la misma hora en que Nuestro Señor descendió al infierno y lo exterminó. A esa misma hora aniquilará el mundo y hará conducir a sus elegidos a la gloria y condenará a los demás a las penas perpetuas. Será entonces cuando cada cual tendrá su merecido, bueno o malo, a menos que la misericordia de Dios sobrepase su justicia.