Dictation Test


Desde el principio, la Commonwealth de Australia quiso controlar la inmigración. Una isla cuyos primeros pobladores aborígenes habían llegado por casualidad y cuyos primeros pobladores blancos eran reclusos decidió prohibir, a principios del siglo XX, la llegada de más inmigrantes indeseados. La Immigration Restriction Act, aprobada en 1901, pretendía impedir la llegada de chinos, negros, delincuentes, gente de aspecto sospechoso, idiotas, enfermos, locos.

Los policías de aduanas hacían un dictado en inglés o en otro idioma europeo. No podía entrar “any person who when asked to do so by an officer fails to write out at dictation and sign in the presence of the officer a passage of fifty words in length in an European language directed by the officer”. Cada pocos meses, el texto se cambiaba. El dictado estaba lleno de palabras homófonas, lo que hacía casi imposible que cualquiera, inglés o no, pudiera escribirlo sin errores. “The tiger is sleeker and so lithe, and graceful that he does not show to the same appalling advantage as his cousin, the lion, with the roar that shakes the earth. Both are cats cousins of our amiable purring friend of the hearth rug, but the tiger is king of the family.” Decidir si el inmigrante había pasado el dictado con éxito era cuestión del examinador.

No todos los indeseables eran chinos, locos o enfermos. A 208 malteses se les hizo un dictado en holandés; no dominaban demasiado bien ese idioma y acabaron su migración en Nueva Caledonia. A un japonés se le examinó en griego. A un funcionario examinador no le gustó el aspecto de un inglés y le acabó dictando un texto en italiano. A Egon Kisch, judío y militante del Partido Comunista Alemán, que intentó entrar en 1934 huyendo del régimen nazi, se le pidió que escribiera el Padrenuestro en gaélico escocés. En 1934, ese idioma sólo era hablado por 8.000 montaraces de las Highlands y por un guardia fronterizo australiano. Aunque Kisch se manejaba en cinco idiomas europeos, no había tenido la precaución de aprender gaélico. El Tribunal Supremo de Australia, formado por tres jueces ingleses, acabó dictaminando que el gaélico escocés no era una lengua europea. Kisch pudo seguir en Australia.

Los policías australianos hicieron dictados a los inmigrantes entre 1901 y 1958.