Régulo y Juan II


Quince siglos separan a Marco Atilio Régulo y Luis II. El primero invadió África, amenazó Cartago y finalmente fue derrotado y hecho prisionero (255 a.C.). Los cartagineses le enviaron a Roma para negociar la paz, que supondría el fin de su cautiverio. Régulo después de pedir perdón avergonzado por haberse dejado derrotar, aconsejó a los senadores que continuaran la guerra. Después, demostrando que la fides romana no era como la poenica, regresó a Cartago. Allí, los cartagineses enfurecidos por el fracaso de su misión, lo mataron. Añaden los historiadores que le infirieron atroces torturas.

En una época en que algunos reyes todavía luchaban al frente de sus tropas, Luis II de Francia fue capturado en la batalla de Poitiers (1356). Los ingleses le llevaron a Londres y pidieron a cambio de su libertad la entrega de un tercio del país y el pago de un rescate desorbitado. Para ejecutar el tratado, le dejaron marchar a cambio de que dejara como rehenes a sus hijos, Luis de Anjou y Juan de Berry. Procuró Juan reunir el rescate, tres millones de escudos, pero Francia se hallaba exhausta, empobrecida, despoblada. Cuando más desesperado se encontraba por no poder reunir el rescate, se enteró de que uno de sus hijos había huido: Luis de Anjou se escapó aprovechando el permiso que le habían dado para realizar una peregrinación. Juan II, avergonzado por el comportamiento de su hijo, por este doble ultraje, hizo algo que nadie esperaba: se entregó a los ingleses. Murió en el cautiverio.



Algunos autores clásicos ni siquiera mencionan a Régulo. Diodoro se limita a decir que murió en el cautiverio. Polibio le hace víctima de su soberbia, pues rechazó una ventajosa oferta de paz de los cartagineses. Tito Livio, como era de esperar, lo pone de ejemplo de las virtudes romanas. Pocos han pensado en que, si Régulo hubiera permanecido en Roma, le hubieran echado en cara de por vida no ya no haber cumplido su palabra sino la vergonzosa derrota que sufrió frente al espartano Jantipo, el general que comandaba el ejército cartaginés. El romano prefirió un destino eterno.

Historiadores imperiales inventaron probablemente las circunstancias de su muerte: Aulo Gelio dice que fue encerrado en un calabozo; Silio Itálico, que murió en un tonel con clavos; Aurelio Víctor añade que lanzaron el barril por una pendiente.



El cautiverio de Juan II también fue adornado por historiadores posteriores. Se dijo que Luis de Anjou echaba de menos a su esposa, con la que acababa de casarse, y que eso provocó su huida. Algunos critican la mezquindad de Juan II, que simplemente no quería pagar su rescate. Otros, por fin, denunciaron las maquinaciones del Delfín, que quería convertirse en rey e intentaba evitar la ruina del país: convenció a su hermano Luis de que escapara y luego aconsejó a su padre de que debía cumplir la palabra dada a los ingleses. Carlos V, secundado por Bertrand du Guesclin, su fiel bretón, consiguió arrojar a los ingleses de Francia.