Andalucía


En 1847, Klemens Metternich, canciller y ministro de Exteriores austriaco y precursor (malgré lui) de Kissinger, escribió que Italia sólo era una expresión geográfica. Poco después, esta declaración fue enviada a los periódicos napolitanos para tranquilidad de los Borbones de las Dos Sicilias, hartos de la propaganda de los patriotas italianos. Al año siguiente, una revolución estalló en Viena y Metternich se vio obligado a abandonar el país. Los nacionalistas italianos, a los que había enfurecido la afirmación de Metternich, intentaron unificar su país, pero fracasaron: Carlos Alberto fue derrotado por los austriacos y las tropas republicanas de Mazzini fueron aplastadas por los franceses. Durante otros trece años, Italia siguió siendo sólo una expresión geográfica. Hasta que en 1861 quedó fundado el Reino de Italia.

Los límites de Italia quedaron fijados más o menos en el siglo IV a.C.: Catón el Viejo fue el primero en escribir una historia de Italia, de una Italia unificada por Roma. Sin embargo, todavía se discuten los límites de Italia y lo que la propia Italia es. En Andalucía no existe esa libertad. Puede resultar peligroso, lo sé, sostener que Andalucía es una expresión geográfica. Decir algo por el estilo puede provocar que te estampen un mástil en la cabeza. Te miran con cara de asco cuando tratas de explicarles cómo se fijaron los límites de Andalucía. La región es eterna, antediluviana, preadámica.



Andalucía, como todos sabemos, procede del nombre que daban los árabes a los territorios peninsulares que dominaron. En principio, llegaba a las montañas cantábricas y los Pirineos, pero en el siglo XIII había quedado reducida a Extremadura, el Algarve, Valencia y Murcia, y los territorios al otro lado de Sierra Morena cuyo sometimiento diversos tratados habían reservado al rey castellano. Fue en ese momento cuando se generalizó el nombre, a pesar de que, cuando Fernando III realizó sus conquistas, nunca instauró un Reino de Andalucía y sí un Reino de Sevilla, un Reino de Córdoba y un Reino de Jaén. Granada siguió siendo independiente hasta finales del siglo XV.

La Andalucía actual, a pesar de que, según los políticos andaluces, es una comunidad histórica, nunca había sido más que una expresión geográfica imprecisa: lo que hay al sur. Es famoso el inicio de Rinconete y Cortadillo: "En la venta del Molinillo, que está puesta en los fines de los famosos campos de Alcudia, como vamos de Castilla a la Andalucía..."

Blas Infante no tenía claro qué era Andalucía y trató de incluir Extremadura en su utopía andaluza. Lo que sí tenía claro el llamado Padre de la Patria Andaluza, ¡uf!, es que Andalucía es lo que es gracias a su pasado islámico: escribió la biografía de Motamid, rey taifa de Sevilla, cuya tumba visitó en Marruecos, y utilizó como colores de la bandera andaluza los del Islam. Algunos afirman que recitó la shahada y se convirtió al Islam, adoptando el nombre de Ahmad. Quizá pasó por alto que, cuando se produjo la conquista castellana, la población musulmana fue expulsada: los antepasados de Blas Infante (o Ahmad Infante) no procedían de Yemen o de Siria (o de Berbería) sino de Castilla la Vieja, de León.

Piłsudski solía decir que "el Estado crea la nación". No estaba equivocado. Es lo que sucedió en el siglo XIX con los países hispanoamericanos. Paraguay y la paraguayidad, por ejemplo, nacieron por obra y gracia de Gaspar Rodríguez de Francia. En el siglo XX los africanos han transformado en naciones los antiguos territorios coloniales cuyas fronteras fueron trazadas en los despachos de los burócratas europeos, que no respetaronn lenguas, etnias, creencias, costumbres. Surgieron amasijos que ahora se llaman Burkina Faso, Ghana, Guinea-Bissau, Costa de Marfil, Tanzania, Sudán, Zimbabue...

Cuando en España se aprobó la constitución ahora vigente, el partido en la oposición decidió utilizar su Título VIII para desgastar al gobierno: se empeñó en que Andalucía era una región histórica. Desde entonces, parafraseando a Piłsudski, casi se ha logrado que la comunidad autónoma cree la nación. En la última reforma de su estatuto, Andalucía se ha declarado "realidad nacional", ¡ja!

Andalucía, a pesar del autogobierno, sigue siendo la región más pobre de España, la más atrasada, aquella con peores niveles educativos: al menos le sirve a cierto partido político como ariete que desgaste al gobierno central, siempre, claro está, que ese partido no sea el que gobierne en Madrid.

Reconozco que todavía no sé lo que es Andalucía. Mi definición favorita, empero, la dio un vicepresidente de la Junta: "Andalucía es una unidad de gasto".