Erotomanía



La RAE es comedida, parca. Define así erotomanía: “Enajenación mental causada por el amor y caracterizada por un delirio erótico”. Toda la gente, una u otra vez, de acuerdo con esta definición, ha sido erotómano.

Excepto en la época del marqués de Sade, en que se entendió que la erotomanía era la práctica excesiva del amor físico, se considera que un erotómano es alguien que ama a otra persona pero que no es correspondido. Los psicólogos la han identificado con el síndrome de Clérambault: disparatada convicción de ser amado por alguien, generalmente de superior posición social.

A lo largo de la historia, ha habido erotómanos famosos. Ya viejo, Schopenhauer se enamoró de una jovencita, Flora Weiss, a la que regaló un racimo de uvas cuando paseaban en barca. "Pero yo no lo quería aceptar. Me daba asco porque el viejo Schopenhauer lo había cogido, así que lo dejé deslizarse hasta el agua detrás de mí, sin que él se diese cuenta." Brucker fue más prudente: escribió una carta... al padre de su enamorada, que le pidió que se olvidara de ella. Borges, un erotómano enamoradizo, pasaba por momentos de lucidez: "Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach".



El poeta nacional esloveno, France Prešeren, era un erotómano. A los treinta y tres años vio en una iglesia a una adolescente, Julija Primic: se enamoró perdidamente de ella. Empezó a escribirle poemas. La familia de Julija no quería saber nada de aquel abogaducho. Prešeren no volvió a verla nunca más. Ella se acabó casando con un funcionario austriaco, de futuro más prometedor; tuvo cinco hijos.



Años después, estatuas de Prešeren se erigieron en Eslovenia. En la más imponente, que se levanta en la plaza que lleva el nombre del poeta, su rostro de piedra contempla para la eternidad el retrato en relieve de Julija, que se halla en la pared de la casa que habitó. La efigie de Prešeren apareció en los tólares eslovenos y adorna ahora la moneda de dos euros, que cualquier europeo puede tener en su bolsillo. Un poema suyo, en fin, se convirtió en la letra del himno nacional esloveno.



Curiosamente, el rostro de otro erotómano adorna una moneda de dos euros: Dante Alighieri. El político y poeta florentino se enamoró de Beatriz Portinari. Poco se sabe de ella, y algunos llegan a dudar de su existencia: quizá fue fruto de la imaginación del poeta. Lo que todos admiten es que Dante nunca habló a Beatriz, nunca le envió un poema. Lo suyo sí que era un síndrome de Clérambault.



La primera obra de Dante, La vida nueva, está dedicada a Beatriz, que acababa de morir. Describe el amor platónico que sentía por ella, un amor disimulado; Dante llegó a cortejar a otra dama para no hacer sospechar a nadie de que su amor único y verdadero era Beatriz Portanari. En la Divina Comedia, el amor de Dante por Beatriz alcanza una cima teológica. Ella le guía a través de los cielos del Paraíso, hacia el Empíreo, que es donde Dios reside.



Mi erotomanía no llega a tanto. Me han seducido, malgré elles, una compañera de instituto, una compañera de clase en la universidad, una empleada bancaria, dos o tres compañeras de trabajo, una camarera, una cajera del Carrefour, mi profesora de inglés, una actriz... Ni un mal poema me han inspirado.