No violencia activa



No violencia… activa. La primera vez que escuché esa expresión me quedé atónito. ¿Qué demonios es eso?, me pregunté. Más o menos sé lo que es la no violencia: la renuncia total al uso de la violencia como método de enfrentamiento o protesta. Incluso hay un día internacional de la no violencia, el 2 de octubre (natalicio de Gandhi).

¿Hasta qué punto es posible la no violencia? Cualquier acto de hombre puede resultar violento a otro: se violenta la libertad de alguien cuando, por ejemplo, se bloquea una carretera; se violentan las ideas de otra persona cuando no se le escucha.

¿Qué es la no violencia activa? En principio, parece una contradictio in terminis. La no violencia debe ser pasiva. Hace poco, empero, unos dirigentes sindicales y un diputado regional robaron (expropiaron) alimentos en un hipermercado: al parecer, querían repartir la comida entre los necesitados (okupas que consideran que trabajar es hacerle el juego al sistema). Dijeron que estaban utilizando la no violencia activa, aunque se veía claramente la cara de espanto de las cajeras, a una de las cuales llegaron a zarandear. ¿Eso es no violencia activa? ¿O violencia controlada? Sí, quizá se trate de eso, quizá no creen en la no violencia, pero se sienten contaminados por la belleza de esta expresión: la no violencia tiene buena prensa. El problema es que nadie toma en serio a los no violentos. Prefieren utilizar, por lo tanto, una violencia moderada, que ellos, cínicamente, llaman no violencia activa.

Supongo que los estadounidenses utilizaron en Vietnam una no violencia activa, una violencia moderada: lanzaron toneladas y toneladas de napalm, pero no arrojaron ninguna bomba atómica; su violencia era contenida. En cambio, los del Vietcong emplearon toda la violencia de la que eran capaces.

Gandhi estaba en contra de la violencia no por táctica, sino porque no creía en ella. ¿Acaso no habrían conseguido sus compatriotas expulsar a los británicos de la India utilizando la violencia? Sí, quizá lo hubieran logrado, y antes. En la actualidad, muchos adoptan la no violencia por pura estrategia: saben que son demasiado débiles como para vencer. Son corderos porque, si trataran de hacer el papel de lobos, los huargos les despedazarían. Una vez, escuché a un periodista referirse en estos términos al líder de los musulmanes bosnios, Alija Izetbegović: no podía enfrentarse a los poderosos serbios de otro modo; como ese renco de la ficción borgiana, prefirió ser yunque porque no podía, no pudo ser martillo.

Al final vivimos en una sociedad violenta que exalta la no violencia, que utiliza la no violencia activa para asaltar supermercados, insultar a la policía, cortar calles, burlarse de los que no piensan como ellos.