Periodistas deportivas



En las últimas décadas, la igualdad se ha abierto paso. Se han ido rompiendo las barreras, las mujeres han entrado en la universidad y han superado en porcentaje a los hombres, han sido abogadas, jueces, soldados, guerrilleras, montoneras, ministras, primeras ministras, presidentes del gobierno, cancilleres. Parafraseando a Ortega, se ha producido una auténtica rebelión de las mujeres. Ese triunfo de las mujeres permite augurar que la violencia y la guerra, que permitieron la supremacía masculina, están quedando poco a poco atrás.

Sin embargo, en los deportes, la igualdad no existe, no puede existir. El deporte de élite, el deporte profesional está dominado por los hombres. Mujeres y hombres no compiten entre sí, no pueden hacerlo, en la medida en que lo que cuenta es la fuerza física. Hay boxeadoras femeninas, pero nunca se verá a un hombre y a una mujer enfrentados en un cuadrilátero; hay equipos de fútbol femeninos, pero nunca habrá un equipo mixto formado por hombres y mujeres, nunca un equipo de hombres se enfrentará a uno de mujeres.

No deja de ser curioso que, para algunos antropólogos, el deporte es una especie de violencia regulada, un enfrentamiento de dos jugadores o de dos equipos que, de otra forma, lucharían a muerte. El campo de juego es una imagen del campo de batalla.

Hemos llegado al siglo XXI y hay igualdad entre hombres y mujeres. Al menos en los países occidentales. Por eso, aunque se informe de partidos en que juegan equipos de hombres, aunque se haga la crónica de la última etapa de una vuelta ciclista, aunque se hable de ese boxeador que está empezando a descollar, lo hacen periodistas deportivas.