Michel Ney, el bravo entre los bravos

Fusilamiento de Ney

Pocos soldados franceses sentían la menor lealtad por los Borbones, sino sólo por Francia. Uno de ellos fue Ney, que no era francés, sino alemán, nacido en Sarrelouis. Ese rey holgazán, Luis XVIII, para tratar de atraerle le nombró comandante de la Caballería Real y par de Francia. Durante un año, Ney fue un leal servidor de los Borbones. ¿Leal?

Cuando Napoleón huyó de Elba y se dirigió a París, Luis XVIII llamó a Ney para que se le enfrentara.

—Acompañad vos a las tropas —le pidió al monarca.

—¿Qué?

El obeso Borbón, que ni siquiera podía montar a caballo, le dijo que se ocupara él de capturar a Napoleón.

—Os lo traeré en una jaula de hierro —prometió Ney.

Sin embargo, Ney no estaba convencido del todo. Había jurado obediencia a Luis y antes a Napoleón. ¿A quién debía servir? Fue su mujer la que se decidió por él. Por mucho que estuviera casada con un par de Francia, las viejas aristócratas se burlaban de ella. Ney no podía soportarlo.

Cuatro meses después, Luis XVIII regresaba a París. No culpaba a Ney de la pérdida de su trono, sino de un hecho más grave: había salido tan apresuradamente de palacio que había dejado unas pantuflas que ya se habían hecho a sus pies.

El 7 de diciembre de 1815 Ney era fusilado en París. Sus últimas palabras no fueron lanzadas en su idioma materno y no a favor de la tierra en que había nacido.

—¡Soldados, rechazo ante Dios y ante la Patria el juicio que me condena! He luchado cien veces por Francia y nunca contra ella. Apelo ante los hombres, ante la posteridad, ante Dios. Camaradas, apuntad directo al corazón. ¡Viva Francia!