Los preludios



Proust asociaba miles de recuerdos a un trozo de magdalena mojado en una taza de té. A mí me ocurre con la música: hago asociaciones un poco extrañas. Así, el otro día, en Radio Clásica, emitieron Los preludios de Liszt. Fue por mero capricho de Hitler que utilizara la fanfarria para anunciar los avances alemanes en el frente ruso. Por eso, esta música me hace pensar irremediablemente en 1941: dos carneros de acero que chocan inclementes.

Lo curioso es que el austriaco Hitler olvidaba que Liszt se sentía sobre todo húngaro, y que tituló su obra en francés: Les Préludes. El líder nazi, empero, sólo le veía como el suegro de su admirado Wagner. Por otra parte, la hija de Liszt no podía tener un nombre menos alemán: Cosima Francesca Gaetana.

Finalmente, es de suponer que Hitler ignorara que Les Préludes se basaban en las meditaciones poéticas del republicano francés Alphonse de Lamartine: nuestra vida no es sino el preludio de la muerte. Así fue en el caso de la Wehrmacht:  sus victorias de 1941 y 1942 no fueron sino el preludio de sus derrotas de 1943 y 1944,  de su aniquilación en 1945.