Moriscos

Cisneros prefería a los malos cristianos

Boabdil no supo defender como un hombre su reino y, después de aceptar una capitulación vergonzosa, huyó a Fez, donde llegó a olvidar lo que había sido. Sus súbditos sufrieron peor suerte. Los granadinos creyeron que podrían conservar su lengua, sus costumbres, su religión, pero los cristianos no estaban dispuestos a respetar las garantías prometidas a un pusilánime. Durante un tiempo, Hernando de Talavera trató de convertir mediante el ejemplo, pero en 1499 llegó Cisneros a Granada con el firme propósito de evangelizar a punta de espada. En 1502 aseguró a los reyes que todos los moriscos granadinos estaban camino de la conversión. Se aprobó entonces una pragmática que prohibía la práctica de la religión mahometana. 

Desde luego, los moriscos seguían siendo musulmanes, y las autoridades sabían que seguían practicando su religión, pero les trataban como si fueran cristianos. En 1516, Cisneros, regente de Castilla, trató de prohibir los trajes y costumbres de los moriscos. Esta situación subreal continuó durante más de medio siglo, hasta que en 1568 los moriscos se acabaron rebelando. Después de su derrota, 80.000 fueron obligados a salir de Granada y establecerse en otros territorios de Castilla. Cuarenta años después, unos súbditos que se presumía cristianos, fueros expulsados de la península junto al resto de los mudéjares.

Expulsión de los moriscos