Desde luego, llama la atención de Néstor Almendros que sea un doble exiliado. En 1948 se marchó a Cuba, donde su padre había huido después de la guerra civil. Catorce años después, en 1962, abandonó Cuba, sintiendo que no podía trabajar allí. En Francia se convirtió en director de fotografía. Trabajó con François Truffaut, Éric Rohmer, Barbet Schroeder.
Almendros no era maniático en su trabajo. No se dejaba llevar por caprichos. Cuando fotografiaba una película sólo le preocupaba una cosa: la película. Se inspiraba en cuadros de época e incluso en las convenciones del género. Se preocupaba de dotar a la película de realismo fotográfico, lo que a veces sólo se conseguía con mucho artificio.
Fue nominado cuatro veces al Oscar. Ganó con Days of Heaven, que no pudo terminar de fotografiar. "Cuando me propusieron Days of Heaven, había aceptado ya la siguiente película de Truffaut y las fechas estaban fijadas de antemano. Naturalmente, no podía faltar a mi compromiso. Dejé Canadá, de regreso a Francia, desconsolado."
Trabajó en algunas películas en blanco. Sentía nostalgia por ese tipo de cine, pero reconoció que como director de fotografía nunca podría imitar a los directores de fotografía de los años 30; aquel era un arte perdido.
El mundo de Almendros era el del color. En sus últimos años, se dio cuenta de que todo su trabajo, todo su empeño en conseguir un determinado tono o una determinada luz era vano. En sus memorias se lamentaba de que "con la aparición del color ha surgido un nuevo problema: los pigmentos contenidos en la emulsión fotográfica palidecen y se alteran con el tiempo". No, ya no veremos la fotografía original de Néstor Almendros.
Almendros no era maniático en su trabajo. No se dejaba llevar por caprichos. Cuando fotografiaba una película sólo le preocupaba una cosa: la película. Se inspiraba en cuadros de época e incluso en las convenciones del género. Se preocupaba de dotar a la película de realismo fotográfico, lo que a veces sólo se conseguía con mucho artificio.
Fue nominado cuatro veces al Oscar. Ganó con Days of Heaven, que no pudo terminar de fotografiar. "Cuando me propusieron Days of Heaven, había aceptado ya la siguiente película de Truffaut y las fechas estaban fijadas de antemano. Naturalmente, no podía faltar a mi compromiso. Dejé Canadá, de regreso a Francia, desconsolado."
Trabajó en algunas películas en blanco. Sentía nostalgia por ese tipo de cine, pero reconoció que como director de fotografía nunca podría imitar a los directores de fotografía de los años 30; aquel era un arte perdido.
El mundo de Almendros era el del color. En sus últimos años, se dio cuenta de que todo su trabajo, todo su empeño en conseguir un determinado tono o una determinada luz era vano. En sus memorias se lamentaba de que "con la aparición del color ha surgido un nuevo problema: los pigmentos contenidos en la emulsión fotográfica palidecen y se alteran con el tiempo". No, ya no veremos la fotografía original de Néstor Almendros.