No hay duda de que el embargo de Estados Unidos contra Cuba ha demostrado su ineficacia. Se inició hace más de cincuenta años y Cuba sigue siendo una dictadura de partido único, la democracia no ha avanzado ni un centímetro. La Ley Helms-Burton ha mostrado también su inanidad.
Todo empezó en 1959 cuando los barbudos tomaron el poder y se produjo el famoso diálogo.
–¿Quién es economista? –preguntó Fidel, que buscaba un ministro de Economía.
–¿Comunista? ¡Yo soy comunista! –exclamó el Che Guevara, al que los años en la selva le habían dejado un poco sordo.
Una de las primeras medidas del nuevo ministro fue expropiar o nacionalizar los bienes estadounidenses sin pensar en el derecho internacional ni en todas esas tonterías burguesas. Pronto encontró un medio más eficaz de consolidar la revolución. "Fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario", afirmó.
Fue así como se inició el embargo, que en Cuba, como consecuencia de la crisis de 1962, pronto se llamó bloqueo: Estados Unidos cortó todas las relaciones comerciales con la isla. Los amantes de los habanos tuvieron que comprarlos de contrabando. En los años 60, la época álgida de la guerra fría, esto no era tan temible: aunque lejano, el Imperio soviético protegía a la isla con todo su poderío nuclear.
En los años 70 Cuba entró en ese engendro económico, el CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica). Durante años, el país de Castro pudo subsistir vendiendo azúcar y más azúcar. En los años 80, Cuba se convirtió en exportador de ¡petróleo! ¿Habían encontrado yacimientos en la isla? No, desgraciadamente no. Estaban revendiendo más caro el petróleo que les vendían los soviéticos. Quizá les gustaría hacerlo ahora con el oro negro que les entrega Chávez. De todos modos, esto no evitó que creciera la deuda externa, disparatada.
A finales de los 80, la URSS inició una serie de reformas económicas y políticas. En 1991 el armatoste montado por Stalin y sus sucesores no pudo aguantar más.
Cuba quedó como uno de los pocos Estados comunistas del mundo. En 1996, los estadounidenses pensaron que bastaría otro empujoncito, la Ley Helms-Burton, que establecía que cualquier compañía no estadounidense que tuviera tratos con Cuba podía ser sometida a represalias legales. Las compañías internacionales debían elegir entre comerciar con Cuba o comerciar con los Estados Unidos.
La Ley Helms-Burton fue jaleada por los exiliados cubanos de Florida, pero en general fue ignorada en Estados Unidos. En Cuba, empero, es fuente de todas sus preocupaciones. En el Granma aparece casi a diario alguna referencia. “Se llama bloqueo, piadosamente, a lo que constituye una medida genocida. El daño no se mide solo por sus efectos económicos. Constantemente cuesta vidas humanas y ocasiona sufrimientos dolorosos a nuestros ciudadanos.” En cada encuentro internacional, Cuba presenta como un éxito de su diplomacia la condena del bloqueo. En la última reunión de los Países No Alineados, celebrada en Teherán, se censuró el bloqueo. Sospecho que cada país tiene derecho a incluir una petición en la declaración final: así, Siria consiguió que se condenara intervención militar extranjera en la guerra civil y Argentina exigió la descolonización de las Malvinas.
Los estadounidenses consideran que el embargo logrará al final sus objetivos; al menos garantiza el voto de los emigrados de Florida. Los dirigentes cubanos, empeñados en seguir llamándolo bloqueo, lo utilizan como excusa para perpetuar un régimen que sí, ha conseguido mayores niveles de igualdad en la isla, igualdad en la miseria. Las campañas gubernamentales se siguen dedicando a loar las bondades del socialismo, a criticar el vil bloqueo imperialista, a informar de que las hierbas que crecen en las cunetas pueden servir para preparar nutritivos caldos.
¿Qué sucedería si se acabara con el embargo? ¿Quién sabe? Paradójicamente, no fastidia a los dirigentes cubanos no poder comprar medicinas o maquinaria, que no podrían pagar, ni vender azúcar y tabaco, que también se cultivan en Estados Unidos. Los dirigentes cubanos desean, ansían que Estados Unidos permita que entren en la isla las divisas de los emigrados cubanos, codician el dinero de los anticastristas de Miami.
Todo empezó en 1959 cuando los barbudos tomaron el poder y se produjo el famoso diálogo.
–¿Quién es economista? –preguntó Fidel, que buscaba un ministro de Economía.
–¿Comunista? ¡Yo soy comunista! –exclamó el Che Guevara, al que los años en la selva le habían dejado un poco sordo.
Una de las primeras medidas del nuevo ministro fue expropiar o nacionalizar los bienes estadounidenses sin pensar en el derecho internacional ni en todas esas tonterías burguesas. Pronto encontró un medio más eficaz de consolidar la revolución. "Fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario", afirmó.
Fue así como se inició el embargo, que en Cuba, como consecuencia de la crisis de 1962, pronto se llamó bloqueo: Estados Unidos cortó todas las relaciones comerciales con la isla. Los amantes de los habanos tuvieron que comprarlos de contrabando. En los años 60, la época álgida de la guerra fría, esto no era tan temible: aunque lejano, el Imperio soviético protegía a la isla con todo su poderío nuclear.
En los años 70 Cuba entró en ese engendro económico, el CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica). Durante años, el país de Castro pudo subsistir vendiendo azúcar y más azúcar. En los años 80, Cuba se convirtió en exportador de ¡petróleo! ¿Habían encontrado yacimientos en la isla? No, desgraciadamente no. Estaban revendiendo más caro el petróleo que les vendían los soviéticos. Quizá les gustaría hacerlo ahora con el oro negro que les entrega Chávez. De todos modos, esto no evitó que creciera la deuda externa, disparatada.
A finales de los 80, la URSS inició una serie de reformas económicas y políticas. En 1991 el armatoste montado por Stalin y sus sucesores no pudo aguantar más.
Cuba quedó como uno de los pocos Estados comunistas del mundo. En 1996, los estadounidenses pensaron que bastaría otro empujoncito, la Ley Helms-Burton, que establecía que cualquier compañía no estadounidense que tuviera tratos con Cuba podía ser sometida a represalias legales. Las compañías internacionales debían elegir entre comerciar con Cuba o comerciar con los Estados Unidos.
La Ley Helms-Burton fue jaleada por los exiliados cubanos de Florida, pero en general fue ignorada en Estados Unidos. En Cuba, empero, es fuente de todas sus preocupaciones. En el Granma aparece casi a diario alguna referencia. “Se llama bloqueo, piadosamente, a lo que constituye una medida genocida. El daño no se mide solo por sus efectos económicos. Constantemente cuesta vidas humanas y ocasiona sufrimientos dolorosos a nuestros ciudadanos.” En cada encuentro internacional, Cuba presenta como un éxito de su diplomacia la condena del bloqueo. En la última reunión de los Países No Alineados, celebrada en Teherán, se censuró el bloqueo. Sospecho que cada país tiene derecho a incluir una petición en la declaración final: así, Siria consiguió que se condenara intervención militar extranjera en la guerra civil y Argentina exigió la descolonización de las Malvinas.
Los estadounidenses consideran que el embargo logrará al final sus objetivos; al menos garantiza el voto de los emigrados de Florida. Los dirigentes cubanos, empeñados en seguir llamándolo bloqueo, lo utilizan como excusa para perpetuar un régimen que sí, ha conseguido mayores niveles de igualdad en la isla, igualdad en la miseria. Las campañas gubernamentales se siguen dedicando a loar las bondades del socialismo, a criticar el vil bloqueo imperialista, a informar de que las hierbas que crecen en las cunetas pueden servir para preparar nutritivos caldos.
¿Qué sucedería si se acabara con el embargo? ¿Quién sabe? Paradójicamente, no fastidia a los dirigentes cubanos no poder comprar medicinas o maquinaria, que no podrían pagar, ni vender azúcar y tabaco, que también se cultivan en Estados Unidos. Los dirigentes cubanos desean, ansían que Estados Unidos permita que entren en la isla las divisas de los emigrados cubanos, codician el dinero de los anticastristas de Miami.