Habiendo quedado huérfana, fue adoptada por un piadoso cristiano, Claudio, que la crió como si fuera su propia hija. Caritina era mansa, humilde, obediente, callada. Estudió la ley de Dios día y noche y se comprometió a vivir en la virginidad perpetua como una verdadera esposa de Cristo. Caritina predicó entusiasmada la fe cristiana.
El gobernador Domecio oyó hablar de ella y ordenó juzgarla por traicionar al divino Diocleciano. El juez le preguntó:
—¿Es cierto, muchacha, que eres cristiana y que engañas a otros enseñándoles esa fe deshonrosa?
Caritina valientemente respondió:
—Es cierto que soy cristiana, pero es mentira que sea una fe engañosa. Muestro a otros, que están en el error, al camino de la verdad, llevándolos a mi Cristo.
El malvado juez ordenó que le cortaran el pelo y que le pusieran brasas en la cabeza, pero la joven fue preservada por el poder de Dios. La tiraron al mar, pero Dios la libró de él. Estaba atada a una rueda que comenzó a girar, pero un ángel de Dios detuvo la rueda y Caritina salió ilesa. A continuación, el juez envió a algunos jóvenes depravados para que la violaran. Ante el temor de la deshonra, Caritina oró a Dios para recibir su alma antes de que estos hombres disolutos pudieran ensuciar su cuerpo virginal, y así, mientras estaba de rodillas en oración, el alma de la joven salió de su cuerpo.
La festividad de Santa Caritina se celebra el 5 de octubre.