
El fisgoneo malévolo de Eva, la curiosidad indiferente de Adán, el cósmico enfado de Dios. Como resultado, aquella atroz maldición: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente.” El hombre abandonó el jardín de Edén, o acaso Jehová lo convirtió en un erial, en el que sólo crecerían “espinos y cardos”.
Desde entonces, siempre ha habido quien ha procurado eludir el castigo divino: vagabundos e hidalgos, bohemios y ninis, políticos y cazafortunas. Otros trataron de rehuirlo, sin éxito. "Trabajar, siempre trabajar", pensaba un personaje de Roberto Arlt, enfadado con la injusticia del mundo.
Desde entonces, siempre ha habido quien ha procurado eludir el castigo divino: vagabundos e hidalgos, bohemios y ninis, políticos y cazafortunas. Otros trataron de rehuirlo, sin éxito. "Trabajar, siempre trabajar", pensaba un personaje de Roberto Arlt, enfadado con la injusticia del mundo.